miércoles, 1 de febrero de 2012

ARTÍCULO DE OPINIÓN DE JUAN DE DIOS REGORDÁN DOMÍNGUEZ

FISCALIDAD Y DISTRIBUCIÓN SOLIDARIA

     En nuestro tiempo se susurra cierto clamor temeroso y sigiloso que todos desearían decir y gritar, pero que pocos se atreven a denunciar con valentía y navegar contra corriente. Se siguen acumulando riquezas en manos de pocos, a costa de las carencias de otros muchos. A unos se les facilitan grandes sueldos o ganancias fáciles y a la mayoría no les llega un salario justo para satisfacer las necesidades familiares básicas. Como terriblemente grave hay que denunciar a quiénes manejan los hilos de la acumulación de riqueza. Sin embargo, estos suelen ser meros custodios y administradores de una riqueza en depósito que manejan a su voluntad. Los verdaderos dueños de capitales y responsables de la injusticia permanecen ocultos aunque se sepa su paradero. ¿Por qué siguen funcionando los llamados injustamente “Paraísos” con el peyorativo “Fiscales”?

     Quiénes tienen la propiedad del dinero en sus manos, se apoderan también de las finanzas, filtran los créditos y administran hasta la misma sangre de la que se nutre la economía. Nada se mueve sin ellos. Nadie puede respirar sin su consentimiento. La acumulación de poder y recursos parece que es la característica principal de la economía contemporánea. Es fruto de la limitada libertad de los competidores, de la que sólo sobreviven los poderosos, Es tanto como señalar a los desprovistos de conciencia y cargados de violencia con guante blanco. Fuertes resonarían el 15 de Mayo de 1.931 estas palabras de Pio XI: “La libre concurrencia se ha destruido a sí misma; la dictadura económica se ha adueñado del mercado libre; por consiguiente al deseo de lucro ha sucedido la desenfrenada ambición de poderío; la economía toda se ha hecho horrendamente dura, cruel, atroz”.

     Valiente fue entonces esa denuncia en medio de una recesión económica que por aquellas fechas asolaba todo el mundo capitalista. Hoy también se constata cómo familias se encuentran en situaciones muy difíciles y perdiendo sus viviendas por hipotecas que no pueden pagar. La denuncia se hace cada vez más necesaria en nuestra sociedad actual. Los préstamos con elevados intereses solapan la cruda realidad de la usura. Como consecuencia, la gente más sencilla ha tenido el peligro y, muchas veces, la necesidad de entrar en la ruleta del consumismo que termina esclavizando la libertad de las personas. La usura no sólo es contraria a la doctrina social cristiana sino que en la misma Biblia se considera “pecado grave cobrar intereses entre aquellos que formaban parte del mismo pueblo”.

     Es verdad que a partir del capitalismo liberal se ha considerado legítimo una justa compensación por la buena marcha de las empresas, pero de ninguna de las maneras se puede permitir que con la escusa de la “crisis” se esté llegando a grandes abusos de mirar desde lejos la situación de angustia de mucha gente, olvidándose que “el sólo beneficio no es la finalidad de las empresas”. La finalidad fundamental de la producción no es el beneficio, sino el servicio de la persona humana. Las empresas y los mercados, en su conjunto, no sólo realizan su misión fundamental al servicio de las personas mediante unos sueldos justos y la posibilidad de participar en los beneficios, sino también mediante la calidad de los productos, un trato digno a los trabajadores y clientes y también una fiscalidad adecuada y justa.

     Los ingresos fiscales y el gasto público tienen una importancia crucial para los ciudadanos. Hay que lograr una financiación pública capaz de ser instrumento de desarrollo y de solidaridad. El fundamento de la fiscalidad y la distribución solidaria de impuestos y beneficios, de cara al bien común, radica en la justicia.

Juan de Dios Regordán Domínguez
juandediosrd@hotmail.com