viernes, 24 de febrero de 2012

Artículo de opinión de Juan de Dios Domínguez Regordán

ENCRUCIJADAS Y RETOS DE LA CRISIS

 El 2011 se despidió dejando una herencia llena de encrucijadas en lo social, económico, político a nivel nacional, europeo e internacional. Los primeros meses de 2012 se van presentando con interrogantes y situaciones difíciles pero que están obligando a plantear, discernir y resolver. En medio de todas estas dificultades ha surgido un elemento cobarde, acuñado como “sentido común” que se reviste de una gran dosis de resignación como si se pretendiera convencer de que no hay otras formas de salir del difícil momento en que nos encontramos.

Mientras, constatamos que una parte importante de la sociedad está cargando injustamente con la pesada carga de la crisis, configurando así un escenario de mayor pobreza y aumentando la desigualdad social. No obstante, a pesar de la situación, hay que destacar algunos signos de esperanza que se están produciendo. Cada vez hay más personas que plantean buscar nuevas formas de organización social, política y económica que sean democrática, participativas y respetuosas con el medio ambiente.

La experiencia diaria está diciendo que se está incrementando el número de personas y familias que ya están viviendo por debajo del umbral de la pobreza. Cada vez más familias tienen a todos sus miembros en el paro y más de trescientas mil han sido víctimas de desahucios. Tampoco podemos olvidar que aumenta el número de personas que malviven en la calle. Esta realidad se agrava por la presión que reciben los gobiernos para reducir el déficit y parte de la deuda. Ello conduce a una encrucijada difícil de resolver.
¿Qué pueden y deben hacer las instituciones ante el deterioro de la realidad social? ¿Se puede permitir un modelo social que maltrate y expulse a una parte de su población por no poder seguir el ritmo pautado por los poderes económicos? Hay quiénes se resignan diciendo que la crisis es una buena oportunidad para poner de relieve la ineficiencia que existe en el sistema. Pero habría que reaccionar y avanzar sin deterioro de la calidad a base de recortes indiscriminados.

Otros defienden la austeridad y es verdad que sería necesaria una mayor sobriedad, superando el consumismo desenfrenado, pero evitando, que en nombre de austeridad, se recorten servicios públicos básicos que garantizan derechos sociales. Hay que evitar pasar de una cultura de derechos ciudadanos a una cultura de beneficencia asistencial, teniendo que recurrir a la caridad porque no haya justicia.

La crisis ha tocado gravemente a la acción política, poniendo de relieve el distanciamiento entre la sociedad y las instituciones políticas tradicionales. Partidos políticos y sindicatos han perdido prestigio y fuerza.
La democracia representativa es cuestionada por la percepción social de su incapacidad para defender los intereses de la mayoría. El poder político está sometido al poder económico y a los mercados.

Mientras el poder financiero se ha globalizado, los estados no han logrado consolidar instituciones supranacionales, capaces de poner firmes a los fondos de inversión y los principales bancos. Los agentes políticos se encuentran cada vez más a expensas de lo estipulado por los fondos de inversión o las agencias de calificación.

La crisis tambalea los cimientos de la UE. Peligra la unión para afrontar soluciones comunes y fortalecer el proyecto europeo. Los gobiernos buscan salidas a sus propios intereses. Sin embargo, países como Brasil, Rusia, India y China crecen económicamente configurando un nuevo escenario internacional en el que ya no sólo EEUU y menos EU son los únicos actores con capacidad de establecer las reglas de juego. Este mundo multicolor es en sí mismo una buena noticia, pero al mismo tiempo la hambruna queda eclipsada por la crisis económica internacional. 

 Juan de Dios Regordán Domínguez
juandediosrd@hotmail.com