domingo, 5 de febrero de 2012

ARTÍCULO DE OPINIÓN DE JUAN DE DIOS REGORDÁN DOMÍNGUEZ

POR LA JUSTICIA A LO HUMANO

     Cuando hablamos o escuchamos hablar de “justicia” podemos tener el peligro de pensar en algo etéreo, como si realmente estuviéramos volando sobre nubes, alejados del mundo concreto en el que vivimos. ¿Es difícil comprender la palabra justicia? ¿Nos paramos a profundizar y sacar conclusiones? Tal Vez sea en la serenidad y en el silencio en donde la “justicia” haga una llamada al mundo entero para que llegue a significar y satisfacer el conjunto de derechos y deberes de todas las personas, a lo que también denominamos “bien común”, la fraternidad como fundamento de la solidaridad y la opción por los más pobres, que son los más vulnerables de la sociedad.

     Fraternidad, solidaridad, bien común, opción por los pobres, son también palabras llenas de contenido, a veces oculto en el lenguaje, pero que también se transmiten en el silencio de la auténtica comunicación humana. Las palabras fuertes, las preñadas de comunicación directa, se revisten de formas sencillas para ayudarnos a comprender lo humano. Así, continuando con la “justicia” hemos de acercarnos a ella a través de varias manifestaciones que en conjunto nos hablan y describen la plenitud de lo que es justamente la verdadera buena justicia. Sabemos que lo justo, lo bueno y lo verdadero son una misma cosa. No obstante, hemos de acercarnos con humildad y sencillez si de verdad queremos movernos en esos ámbitos.

     En consonancia con lo anterior, llamamos “justicia conmutativa a la igualdad del valor entre los bienes y servicios y lo que se recibe en su intercambio. Pero dado que ambas partes no gozan, a menudo, de las mismas capacidades y condiciones de negociación, esta justicia hay que completarla con otras dimensiones. Hay que hablar entonces de la justicia “contributiva”. Nuestra Constitución española lo trata en el artículo treinta y uno. Esta parte de la justicia determina las prestaciones, generalmente en forma de impuestos, que cada individuo personal o legal debe hacer a la sociedad en orden al bien común. Evidentemente cuando se pagan y exigen impuestos lleva aparejado la obligación de distribuirlos adecuadamente para cumplir los fines por los que se exigen y pagan esos impuestos. Evidentemente quiénes malgastan capitales o los depositan en “paraísos fiscales” provocan que los ciudadanos que cumplen con la justicia contributiva tengan que soportar cargas mayores por lo que los paraísos fiscales deberían ser considerados “delito” en el derecho internacional.

     La justicia “distributiva” determina lo que la sociedad debe proporcionar a cada individuo por razón de su dignidad humana y para poder atender a las propias y esenciales obligaciones. Nos introducimos de lleno en la faceta denominada “justicia social” que está exigiendo un orden global único y solidario donde los derechos y deberes entre diferentes Estados o entre territorios dentro de un mismo Estado se vayan nivelando de forma que la dignidad humana quede por encima de otros condicionamientos.

     Me gustaría terminar este artículo con unas palabras de Jesús Renau sj. en su reflexión “Humanizar la Economía” cuando cita a Benedicto XVI: “…hemos de asumir con realismo, confianza y esperanza las nuevas responsabilidades que nos reclama la situación de un mundo que necesita una profunda renovación cultural y el redescubrimiento de valores de fondo sobre los cuales construir un futuro mejor. La crisis nos obliga a revisar nuestro camino, a darnos nuevas reglas y a encontrar nuevas formas de compromiso, a apoyarnos en las experiencias positivas y a rechazar las negativas. De este modo, la crisis se convierte en ocasión de discernir y proyectar de un modo nuevo. Conviene afrontar las dificultades del presente en esta clave, de manera confiada más que resignada”

Juan de Dios Regordán Domínguez
juandediosrd@hotmail.com