domingo, 2 de octubre de 2011

ARTÍCULO DE OPINIÓN DE JUAN DE DIOS REGORDÁN DOMÍNGUEZ

LA VERDAD DE UN REFRÁN

El refranero español es muy rico y la sabiduría popular en pocas palabras es capaz de insinuar y describir situaciones que las hace fáciles de comprender por todos los ciudadanos. Se han construido y consolidado frases como si fuesen verdaderos axiomas. Uno de estos refranes muy usado es “Nadar y Guardar la Ropa”.Con con sólo cinco palabras, es capaz de situarnos en la cruda realidad que vivimos.

Nadar y sostenerse a flote se puede hacer de varias maneras; cada uno tiene su estilo y su propio ritmo. No todos arriesgan de la misma manera. Unos se quedan en la orilla esperando tranquilamente recibir el suave lamer de la brisa del romper de las olas. Otros, se arriesgan mar adentro desafiando el futuro. Reflexionar y contemplar serenamente nuestro alrededor nos ayudará descubrir que el agua representa riqueza y también inseguridad. Guardar es sinónimo de retener, vigilar sin arriesgar. La ropa es símbolo de la imagen exterior, de la posición social, del qué dirán…

Nadar y guardar la ropa son dos extremos de una situación vital: inseguridad, desnudez y riesgo frente a seguridad, apariencia y tranquilidad. En la práctica este refrán une lo imposible. Cada día, por desgracia, es mayor el número de personas que hacen de él su pauta de vida. Mucha gente pasa por la vida actuando con astucia y procurando beneficiarse del provecho que pueda producir cada situación y ocasión, sin arriesgarse. Son gente que se mantienen en la orilla, manteniéndose de pie pero tambaleándose, que tiran la piedra y esconden la mano. Son esclavos del miedo, sin arriesgar siempre buscan beneficio personal.

En nuestra sociedad actual, por no perder la seguridad, pocos se adentran en el agua del riesgo y de la libertad, de la claridad y de la transparencia. Hay empresarios que, bajo el paraguas de la crisis, se dedican más a guardar la ropa-capital que a invertir para generar riqueza social. El derecho al trabajo y al bienestar de los demás no es su problema.

Políticos profesionales se han acostumbrado a decir el cobarde “sí, pero…”. Muchos de ellos viven bajo la tristeza de la negligencia y la incapacidad de saber gestionar sus responsabilidades. Actuando así están favoreciendo la institucionalidad del miedo al riesgo. La administración emplea tiempo y dinero en confeccionar formularios y circulares, advirtiendo a los ciudadanos que perdieron sus derechos, en vez de dar respuesta a necesidades reales. La crisis es su estandarte.

Parece que hoy vivimos como si no existiera tierra firme bajo nuestros pies. La arena movediza facilita al fiero mar abrir sus fauces para devorar a todos los que arriesguen algo en la vida. A fuerza de sentir la inseguridad, el hombre de hoy trata, en cada momento, de agarrarse a la tabla que las olas le arrojan, con la ilusión de llegar a la anhelada seguridad que le muestran sus sueños y pesadillas.

La economía mundial baila al son de la arbitrariedad. Hasta la sociedad de consumo se tambalea La sociedad de consumo prefiere “tirar excedentes” a compartir con quienes se les robó lo necesario. El mundo está dejando de ser tierra firme y hay que aprender a caminar por el mar, por los senderos del riesgo.

El ciudadano normal no puede permanecer impasible. Hay demasiada hambre, enfermedad, pobreza, sistemas opresores y asesinos, espíritus desorientados y vacíos, vidas huecas, derroche irritante, nuevos becerros de oro, políticos corruptos y cínicos, aire irrespirable. La vida humana se debate entre seguridad y libertad. A mayor seguridad menor libertad y quien quiera ser más libre se arriesga a perder seguridad, pero es la verdad la que hace libres.

Juan de Dios Regordán Domínguez