domingo, 10 de junio de 2012

ARTÍCULO DE OPINIÓN DE JUAN DE DIOS REGORDÁN DOMÍNGUEZ

¿TIENE REMEDIO…?

     Desde siempre quiénes se han considerado avanzados y se han llamado progresistas han proclamado como reivindicación fundamental el fin de la pobreza, igualdad entre los seres humanos, estructuras económicas compatibles con la libertad y la justicia, solidaridad entre pueblos y naciones. Pero pasan los años y estas preocupaciones se enredan con otros intereses y nos encontramos con que derechos primarios como la alimentación, vivienda, salud y educación no llegan a cumplirse y provocan tremendas desigualdades injustas.

     En estos momentos parece que se tiene una sensación de pérdida de rumbo y falta de confianza hacia quiénes deben tener la responsabilidad de dirigir y solucionar los graves problemas que se están padeciendo. Hay que ser valientes y decir que necesitamos políticos que no caigan en la tentación de gozar de privilegios o bonanzas que antes ellos criticaron de los anteriores. Si nuestros representantes políticos se llegan a considerar más como consumidores que como ciudadanos utilizando tarjeta de dinero público, viajes gratis, lo público será amenazado por el abuso por parte de quiénes lo gestionan como por quiénes lo disfrutan.

     Tengo un amigo que repite que los cargos políticos deben ganar lo mismo que ganaban en su trabajo anterior. Ningún político, por su cargo de gobierno, tiene derecho a veranear en una isla desierta y a todo lujo, mientras haya un ciudadano que no pueda veranear en ninguna parte. Puede que esto no sea eficaz económicamente, pero sí humanamente. Para ello, hacen falta unas estructuras económicas adecuadas para que los oprimidos dejen de serlo y los “pudientes” deban tener siempre ética personal. Esto choca con quiénes, en tiempos de bonanza dieron limosnas de cuatrocientos euros, cheques bebé, ordenadores indiscriminadamente a alumnos, sin disminuir, sin embargo, las diferencias abismales entre los que tienen más y los que tienen menos.

     Cuando hablamos de que un mundo mejor es posible hay que pensar en la necesidad de un análisis riguroso. Una mera planificación realizada desde lejos, aunque se haga con buena voluntad distributiva carecerá de la verdadera información ciudadana y ahogará las iniciativas que no sean las propias, convirtiéndose así en autoritarismo. La desigualdad siempre debe ser combatida ya que el mal reparto económico lleva a la arbitrariedad en el resto de los campos. Podríamos decir que estamos viviendo una economía violenta cuya eficiencia se fundamenta en salarios injustos, seguridad mínima, con un mensaje desgarrador: “esto es lo que hay” o lo coges o que sepas que otros muchos esperan en el paro... Sin embargo, hay que gritar que la abundancia es un don sólo cuando es abundancia para todos.

     ¿Dolerá este texto?: “¿No son los ricos los que os oprimen y os arrastran ante los tribunales? ¿No son ellos los que blasfeman el hermoso nombre invocado sobre vosotros?...”Llorad ricos porque vuestra riqueza se ha apolillado; los jornales que defraudasteis están clamando al cielo y las voces de los que explotasteis llegaron hasta Dios” (Santiago 2,5-6;5,1-4). Son fuertes, pero más duras son estas otras, aparentemente más suaves: “No os preocupéis por la comida ni por el vestido. Mirad las aves del cielo cómo vuestro Padre celestial las alimenta y mirad los lirios del campo que ni salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos” (Mt.6,25 ss)

     De la crisis no podemos salir para seguir igual. La ambición del sistema es insaciable. Es preciso luchar creyendo que la causa vale la pena, que la meta es el camino. Sabemos que nuestra aliada es la justicia. Si la Tierra tiene capacidad para sustentar al doble de la población actual, puede satisfacer las necesidades de todos, pero nunca podrá satisfacer todos sus caprichos.

Juan de Dios Regordán Domínguez
juandediosrd@hotmail.com