martes, 27 de diciembre de 2011

ARTÍCULO DE OPINIÓN DE JUAN DE DIOS REGORDÁN DOMÍNGUEZ

UN NIÑO SIGUE NACIENDO EN CADA NAVIDAD

     Sin ánimo de herir a nadie por su religiosidad o por su no creencia en el misterio, con humildad quiero manifestar que estoy convencido de que en cada Navidad sigue naciendo un “niño” y que todos los días es Navidad. El Niño del Misterio es un niño que se identifica con todos los niños que van naciendo durante todos los días del año y en todas las naciones y continentes. La humanidad ha sido tocada de una manera muy especial por una fuerza que la hace tener unos sentimientos profundos hacia todo lo que signifique justicia, sencillez, pobreza humilde, solidaridad, paz, amor…

     En lo sencillo, en lo humilde, en lo pequeño, en un pesebre, en un Niño indefenso y en Alguien entrañable, se hace presente Dios. Celebrar la Navidad es celebrar misterio de alegría, es Buena Noticia anunciando paz a la gente de buena voluntad. El Dios de la Navidad es un Dios cercano, se ha inclinado hasta la humanidad haciéndose “misericordia”. El Dios de la Navidad es Padre - Madre como el mismo Jesús nos lo revela en sus palabras y obras, en su vida, en su muerte y Resurrección. El Dios de la Navidad nos quiere tanto que se encarna, se hace frágil y vulnerable. Se retrata como “Padre Pródigo” en la parábola del hijo que abandona y vuelve. Siempre dará el primer paso porque siempre estará esperando.

     De manera suave en Navidad, nos invita e inspira, sin acuciarnos, a vivir en plenitud. Nos alienta a luchar por la justicia, la solidaridad, la paz. Nos nutre y educa y jamás nos abandona. A pesar de nuestros fallos, continúa dándonos la existencia, la vida, fortaleza y capacidad de gozo. El Dios de la Navidad es de todo el año, es también nuestro mejor compañero de camino en la construcción de un mundo mejor. El Niño que nace entre pañales, en un establo de las afuera, entre animales, rodeado de pobres, es Alguien capaz de hacer saltar por los aires los esquemas del poder. Y a eso dedica su vida. Es radical frente al funcionamiento del templo y es radical en su solidaridad con el pueblo sencillo, en su conflicto con “el poder” y así se gana a pulso su condena a muerte de cruz, el suplicio de los esclavos.

     El Niño que nace en Belén es raíz, es despojo de su gloria divina en la Encarnación hasta la Muerte en Cruz. Pero el triunfo del Cristo se cumple en la Pascua, cuando es restablecido por el Padre en el esplendor de la divinidad y es proclamado “Señor” por todos los seres humanos y por el cosmos. Dios exalta a su Hijo confiándole un “nombre” glorioso que en el lenguaje bíblico indica a la persona misma y su dignidad. Cristo lleva todavía los signos de la pasión de su verdadera humanidad. La Navidad nos llama al compromiso de “bajar de la cruz a los crucificados actuales”, víctimas de quiénes generan esas lógicas perversas que configuran el mundo de forma tan hirientemente y terriblemente tan desigual. Navidad es una llamada al compromiso socio-político comprendido y realizado desde la opción por los pobres.

     Navidad es la hora de la fe en el porvenir y la confianza en el presente; de creer en la utopía y vivir intensamente la entrega personal. Es hora de solidaridad, de compartir y de amar. El Niño de Belén, convertido en Cristo en el esplendor de la divinidad, se revela cercano en los pobres, en el sufrimiento, en la muerte, llamándonos desde aquí a participar y gozar de su eternidad gloriosa.

Juan de Dios Regordán Domínguez
juandediosrd@hotmail.com