AMAR LA VIDA PROTEGIENDO LA TIERRA
Estamos ya hartos de “crisis”. Las consecuencias las están pagando, de una manera cruel, la gente más sencilla. Y el toro hay que cogerlo ya por los cuernos si de verdad queremos profundizar y señalar los caminos para salir de la crisis. Para ello hemos de empezar afirmando que la crisis actual no es sólo económica-financiera sino que es una “crisis de humanidad”. Los cimientos que hasta hace poco sustentaban la sociedad humana – la confianza, la verdad y la cooperación – han sido destruidos por la voracidad del sistema capitalista. Y sin estos valores es imposible la política y la economía.
Vivir sólo para producir y consumir no son precisamente pilares que favorezcan la dignidad de las personas. Es peligroso que el ser humano no pueda preguntarse por el sentido de su propia vida y cuál es su papel dentro del universo y el sentido transcendente de su existencia. Sin poder conseguir respuesta a estas preguntas sólo quedaría la voluntad de poder conseguir vencer a los otros en una lucha de continua guerra defensiva. Se haría realidad aquello de que “el hombre es un lobo para el hombre.” Marx deja claro en el tercer libro del Capital que el punto de partida y la llegada del capital es el propio capital.
La voluntad ilimitada de acumulación de riqueza va generando a su paso pobreza cuando su objetivo es principalmente el aumento sin fin de la producción, para la producción y por la propia producción, asociada al consumo, con vistas al desarrollo de todas las fuerzas productivas. Nace así el imperio de los medios de producción sin tener en cuenta ni discutir los fines ni cuál es el sentido de ese delirante proceso. De ninguna de las maneras se deben olvidar los fines humanos que son los que sostienen la sociedad y dan sentido a la vida.
El desafío que debe plantearse en el siglo XXI sería cambiar el curso de la civilización, desplazando la lógica de los medios de producción al servicio de la producción hacia una lógica de los fines, en función del bienestar social, del ejercicio de la libertad y de la cooperación entre personas y entre los pueblos. Esto, sin embargo, contrasta con lo que los ideólogos del neoliberalismo nos aconsejaron. Ellos mintieron a toda la humanidad al prometerle el mejor de los mundos. Decían que no había otra alternativa, pero ahora sabemos que eso ha sido descascarado y que ha generado una crisis no sólo económica sino de valores en la humanidad.
Estas consideraciones anteriores no suelen aparecer en el debate sobre la crisis. Es más fácil hablar de la extensión de la crisis, de los índices de recesión y de la gravedad del desempleo. En este campo hay quiénes auguran malos tiempos como si esto sólo tuviese solución a largo plazo. Y tal vez tengan sentido sus predicciones porque olvidan y no denuncian que la crisis actual se ha generado y establecido en el seno de otras crisis más graves. Es necesario citar el calentamiento planetario y la insostenibilidad de la Tierra como consecuencia de una virulenta productividad consumista.
La misma Tierra está protestando contra el actual crecimiento de la producción y el consumo y se defiende produciendo caos destructivo. El límite del “capital” lo impone el límite de la Tierra. Si no salvamos la naturaleza estaremos también apoyando su destrucción. Después de haber vuelto precario el trabajo y haberlo sustituido por la máquina ¿podemos continuar destruyendo la Tierra? El cambio y el reto están en que hemos de empezar a oír a los pensadores que aman la vida y protegen la Tierra.
Juan de Dios Regordán Domínguez
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