miércoles, 22 de agosto de 2012

ARTÍCULO DE OPINIÓN DEL PRESIDENTE DE FAPACSA

PARAÍSOS FISCALES

     Recuerdo que más o menos esta era la definición que se nos daba de pequeños sobre lo que era un “paraíso”:“Conjunto de bienes sin mal alguno”. Desde siempre el ser humano ha pensado en un ideal. Pero la realidad se llena de contradicciones. Si a la palabra “paraísos” le añadimos “fiscales” estaremos hablando de otra manera de concebir la vida. Existen hechos que influyen en las desigualdades sociales económicas entre las personas y los pueblos. Los fondos depositados fraudulentamente en los llamados “paraísos fiscales” ascienden a más o menos al Producto Interior Bruto (PIR) español. La mayor parte de estos recursos, que muchos de ellos son productos de las evasiones fiscales, se llevan a cabo y provienen de los países desarrollados y, a veces, desde quiénes dicen buscar el bien común.

     Al pervertirse la jerarquía de valores, muchas personas atrapadas por el afán de poder, tiñen su vida de un espíritu economicista tan grande que, mientras inmensas muchedumbres carecen de lo necesario, ellos viven en la opulencia. Malgastan, sin saber compartir con los más pobres, a quiénes se les ha robado lo necesario. Es escandaloso que existan excesivas desigualdades económicas y sociales y el lujo pulule junto a la miseria. Y, mientras unos pocos disponen de poderes amplísimos para poder decidir y marcar directrices a su antojo, muchos carecen de toda iniciativa y de toda responsabilidad, viviendo con frecuencia en condiciones de trabajo y de vida indignas de la persona humana.

     Entendemos como “paraíso fiscal” un territorio caracterizado por aplicar un régimen tributario especialmente favorable a los ciudadanos y empresas no residentes, que se domicilian a efectos legales en el mismo. Típicamente estas ventajas consisten en exención total o una reducción muy significativa en el pago de impuestos. Existen muchos, entre los más cercanos, Gibraltar y Andorra. Aunque ahora no hay distancias para estos negocios. El impacto negativo sobre los países pobres es mucho mayor que en los ricos. Los estados ricos, con la evasión de capitales, acusan los efectos de la competencia a la baja, pero en los países pobres es demoledor porque tienen legislación laxa y administración débil.

     El dinero fácil atrae; y los paraísos fiscales ubicados en “pequeños estados y en ciertos lugares típicos de grandes naciones” posibilitan que gobernantes y dictadores corruptos conserven los capitales robados en sus países o recibidos de empresas multinacionales favorecidas de forma fraudulenta. Hay que afirmar con rotundidad que los paraísos fiscales, con las ventajas exageradas para unos y las consecuencias negativas para otros, además de contribuir a la crisis financiera, están teniendo un efecto devastador en la existencia de millones de familias empobrecidas.

     Las grandes fortunas encuentran en los paraísos fiscales la oportunidad de evitar el pago de sus impuestos. En este mismo sentido, las grandes multinacionales cuentan con capacidad para evadir capitales y en mejores condiciones para competir con las pequeñas y medianas empresas, a las que acaban poniéndolas en situación de ruina total. Igualmente los países pobres, para luchar por la subsistencia, tienen que rebajar sus tipos impositivos, perdiendo grandes cantidades de dinero que, en justicia, podrían dedicar a la tan necesaria educación y tecnología de su población.

     Ante la escandalosa y desestabilizadora actuación de los “paraísos fiscales”, y para luchar contra este tipo de criminalidad, hay que potenciar y coordinar las tímidas iniciativas actuales y urgentemente crear una autoridad única a nivel mundial con competencias suficientes para regular y controlar los flujos de capital y el tejido social. Y, como primera medida, este organismo internacional debería legislar una normativa eficaz para eliminar todos los paraísos fiscales porque para éstos no caben propuestas de reforma.

Juan de Dios Regordán Domínguez
juandediosrd@hotmail.com